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14 de octubre de 2020

Entrevista a Gina Hardinge

 

Mary Georgina Hardinge es miembro del grupo fundador de la Xarxa. Tiene la nacionalidad británica de origen, y vive en España desde el año 1976 y en Valencia desde el 1980. En el año 2018 se jubiló y actualmente es miembro asociado de la Xarxa.

Sus idiomas: Inglés, Español  

MV: Gina, antes que nada, ¿te consideras (o mejor, considerabas, ya que te has jubilado) traductora, intérprete, o ambas cosas?

GH: Ambas cosas, pero sobre todo traductora.

MV: ¿Cómo o cuándo decidiste dedicarte a este mundo de la traducción y de la interpretación, y cuál es tu formación? Sabemos que la profesión de traductor, como también la de periodista, por ejemplo, es una profesión en la que aterrizamos también desde otras áreas o disciplinas, ¿también ha sido en tu caso?

GH: Me gradué en lenguas modernas (francés e italiano) y durante las vacaciones mi madre me apuntó a un curso de mecanografía y taquigrafía Speedwriting, porque “así siempre tendrás un medio para ganarte la vida”, que era verdad para entonces.

Al cabo de un tiempo aterricé en España y tras aprender algo de lengua y cultura para extranjeros, al estar en Barcelona no fue difícil compaginar el secretariado bi- o trilingüe a tiempo parcial en distintas industrias (artes gráficas, maquinaria textil, bombas hidráulicas),  con las traducciones (turismo, arquitectura, química, …) para agencias.

Al llegar a Valencia, busqué trabajo en empresas exportadoras y trabajé a tiempo completo durante catorce años en una multinacional frutera, traduciendo la correspondencia comercial y distintos tipos de documentación técnica para otros departamentos –casi más inversa (hacia el castellano, para uso interno) que directa (hacia el inglés)– además de asistir en otras funciones del área comercial y actuar de intérprete en las visitas técnicas y reuniones comerciales con clientes extranjeros. 

El fracaso de mi intento de acceder a la escala técnica en lugar de la secretarial me animó a intentar convalidar mis estudios. Para el bachillerato había un convenio, pero para los estudios universitarios la norma del ministerio era denegar la convalidación u homologación de todo título del mundo anglosajón de rango inferior al doctorado (y éste solo a efectos académicos). Tuve suerte de que la Universidad de Valencia me ahorrara el examen de mayores de 25 años al convalidar dos asignaturas, y así, diez años más tarde me licencié en filología hispánica. Antes de terminar la carrera, la empresa ya iba mal y conseguí una reducción de jornada para matricularme en la primera promoción de la diplomatura de traducción e interpretación de la Universidad de Valencia, precursora de la actual licenciatura. Cuando llegó el expediente de regulación de empleo pedí que me incluyeran y me lancé al trabajo autónomo. 

MV: Volviendo al nacimiento de la Xarxa, ¿cuáles fueron los motivos principales que impulsaron su fundación? La actual distinción entre miembros de pleno derecho y miembros asociados ¿existió desde el principio?

GH: En los inicios de la Xarxa, allá por el año 2002, para cualquier tema de actualización profesional o de organización de la profesión había que viajar a Madrid o Barcelona, que suponía un importante gasto y pérdida de tiempo de trabajo. Queríamos poder formarnos, conocernos y promocionarnos en la Comunidad Valenciana.

Desde el principio introdujimos la distinción entre miembros de pleno derecho y asociados porque nuestros principales objetivos eran por una parte, defender la profesión y facilitar los contactos profesionales con cierta garantía de nivel y seriedad, que requiere formación y experiencia o, a falta de formación reglada, mucha experiencia, y por otra, organizar actividades formativas e informativas, abiertas a quienes inicien su andadura profesional o tengan interés por la profesión. 

MV: Y siguiendo con el tema de la Xarxa, tú también has ocupado cargos en la Junta Directiva. ¿Cuáles? Como sabes, suele ser bastante complicado conseguir que los miembros se sientan implicados en la vida de la asociación hasta el punto de estar dispuestos a ocupar algún cargo, especialmente los que conllevan una mayor carga de trabajo: Presidente, Secretario y Tesorero. ¿Ves alguna diferencia entre España, o más en concreto, la Comunidad Valenciana, y otros países, como por ejemplo tu país de origen?

GH: Si, fui la primera Secretaria de la Xarxa, antes de sus inscripción en el registro y durante los primeros años, hasta el 2008.

Puede ser difícil implicar a la gente porque supone dedicar un tiempo del que no siempre disponemos y no nos damos cuenta de que no podemos mejorar nuestra situación sin un esfuerzo colectivo e individual.

Hay quien explica que la poca disposición a participar se debe a que el asociacionismo tradicionalmente tiene menor arraigo en España que en otros países. Sin embargo, en la Comunidad Valenciana la autogestión tiene una larga trayectoria, en las uniones musicales y las fallas sin ir más lejos.

En el Reino Unido hay mucha tradición de asociaciones y voluntariado de todo tipo. Sin las asociaciones benéficas, “amigos de…” y AMPAS difícilmente funcionaria nada. Pero allí también es duro conseguir gente para ocupar algún cargo. En las asociaciones profesionales quizás resulte menos complicado, porque da prestigio y relieve.

MV: A mí, personalmente, una de las cosas que más valoro de la Xarxa es su foro, una lista de correo. Tanto en cuanto traductora, como a nivel personal, me parece un foro excelente. Seguramente el hecho de que muchos nos conozcamos en persona gracias a las diversas actividades formativas, a la actividad social en forma de cenas o cervecitas de verano, y, por supuesto, las asambleas anuales, favorecen el establecimiento de lazos de amistad y simpatía que van mucho más allá de un mero intercambio de mensajes de correo. Yo entré en la Xarxa cuando ésta celebraba su X aniversario, y el foro ya estaba más que consolidado, ¿recuerdas cómo y cuándo se creó? ¿Has visto muchos cambios desde entonces?

GH: Efectivamente, el foro es excelente, las actividades posibilitan conocernos personalmente y ambos juntos se refuerzan mutuamente.

No me acuerdo cuándo exactamente se creó (¿2005?), pero fue bastante pronto porque tuvimos claro desde el principio que la información y el apoyo mutuo eran centrales en nuestra visión de la asociación. Por eso también se admitió desde el principio a los miembros asociados. También fomentaba la participación y mantenía los lazos de simpatía, como bien dices.

Ha pasado por fases de más y de menos actividad. En una de sus buenas fases, hospedó a “la perla de la semana”: un truco técnico semanal, presentado sobre el fondo de un diseño colorido que llamaba la atención porque no era lo más habitual en aquel momento.

Puede que con la implantación de la licenciatura en las tres provincias de Valencia haya más colegas que se conocen desde hace tiempo, pero también interesa conocer a personas de otras edades y a gente que llega desde fuera.

Lo que más echo de menos ahora es la posibilidad de celebrar reuniones físicas. Es difícil llegar a conocer una persona por webinario. Pero hablar de dudas y pedir informaciones por el foro, entre gente amiga y dispuesta a ayudar, también permite conocernos mejor.

Igualmente, permite darnos a conocer, que es muy importante para nuestra promoción profesional y da pie a posibles colaboraciones y a buscar para los clientes quien se ocupe de los trabajos que no podemos atender en persona. Uno de mis mejores clientes llegó a través de un colega de la Xarxa.

MV: Y centrándonos ya en el mundo de la traducción, ¿cuáles eran tus especialidades? ¿Cómo, o por qué te decantaste por ellas? Yo diría que especializarse siempre es una ventaja, pero ¿qué consejos piensas que podemos darles a los recién llegados a la profesión con respecto a la especialización?

GH: Para distintos clientes, he tenido que añadir sucesivas y contemporáneas especializaciones. Algunas llegan a la fuerza porque necesitas trabajar y aquello es lo que te dan. En mi caso, no me importa haber aprendido (y olvidado) un montón sobre maquinarias varias y contabilidad europea. Otras gustan, y en eso he tenido bastante suerte. A la inicial (todos los eslabones de la cadena hortofrutícola), se sumaron la arquitectura; la economía social; el análisis sensorial de los alimentos; la odontología; y algo de pragmática.

Con semejante dispersión, evitas el problema de que todos tus clientes tengan que presentar en las mismas fechas sus proyectos al ministerio o ponencias para un congreso, como me ha ocurrido alguna vez.

El ciclo económico siempre afecta a los mercados y se ceba más o menos en unos sectores u otros en las sucesivas recesiones. Igualmente, hay campos que aparecen o desaparecen debido a cambios tecnológicos y sociales. Creo que es bueno no poner todos los huevos en la misma cesta y aprender nueves especializaciones cuando se ven las orejas del lobo o cuando se presenta la oportunidad. Pero respeto a los defensores de la especialización estricta, que en ciertos campos de demanda más o menos constante y asumible puede ser una buena estrategia.

MV: Siendo extranjera, imagino que te habrás dedicado principalmente a la traducción inversa, aunque cuando se lleva tanto tiempo en el país como tú, seguramente no tengas problemas con las traducciones directas, es decir, al español. A lo largo de tu trayectoria profesional, ¿qué clase de cambios en el mercado de la traducción has observado, y cuáles te han llamado más la atención? ¿Y cuáles te han afectado más?, si es que lo han hecho, claro.

GH: Bueno, toqué un poco el tema de la traducción inversa (que para mí sería hacia el castellano, catalán, u otro idioma no inglés) al hablar de mi formación. Si trabajas dentro de una empresa, la cabeza cuadrada no suele ser una buena política, haces lo que haga falta y quien conoce el tema puede que lo haga mejor que un nativo sin estos conocimientos. Ahora bien, hay límites: para algo que se va a publicar fuera de la empresa, la revisión por un nativo es imprescindible.

Los cambios más permanentes que he vivido son las tecnológicas y sus consecuencias.

En los años ‘70 no había correo-e ni internet, ni siquiera ordenadores; todo era recoger y llevar los textos en papel, buscarte la vida para encontrar la terminología en folletos y bibliotecas, apuntar absolutamente todo y traducir y corregir a mano antes de pasar la versión final en limpio a máquina. Las agencias locales y los traductores autónomos se anunciaban en las páginas amarillas y los periódicos. A nivel normal, trabajabas con la gente del lugar, aunque la mensajería permitía alcanzar una clientela o un profesional especializado a más distancia.

La tecnología empezó a cambiar en los años ’80, con la introducción de algunos ordenadores personales –en las empresas, porque eran carísimas– y la llegada del fax. En los ’90 llegó el correo electrónico, el internet empezó a despegar y los ordenadores ya eran más asequibles para los autónomos, aunque todavía eran caros. Y se inventó el Multiterm, que también era caro para un autónomo.

Durante un tiempo estos avances no afectaron a las tarifas, por el equilibrio entre la posibilidad de trabajar con mayor rapidez (escribir y corregir en el ordenador, búsquedas más fáciles, no necesitar desplazarte tanto o contratar mensajería habitualmente) y la necesidad de pagar por el ordenador y los programas y por las conexiones de fax o internet. Éstas iban por la línea telefónica y te conectabas para enviar un fax (página por página en los equipos pequeños) o, más tarde, el tiempo imprescindible para enviar un correo o buscar los términos de una lista que ya tenías preparada, porque pagabas por cada minuto.

Luego se abarataron los equipos y se inventaron las memorias de traducción. Caras también, pero las agencias ya podían imponer su uso, apoderarse del trabajo ajeno, calcular repeticiones y exigir el aprovechamiento de traducciones anteriores (buenas o no tanto) y el balance se inclinó más a su favor. Sin embargo, la mayoría me parece que todavía tenían una relación personal con la traducción y los traductores y no les interesaba únicamente la pela.

Y llegó la banda ancha, pero también llegaron los proveedores de servicios lingüísticos internacionales…

MV: Uno de los temas de los que siempre acabamos hablando, diría yo, es de los clientes. De los buenos y de los malos. ¿Cuál ha sido tu experiencia y qué consejos piensas que podrías darles a los compañeros recién llegados a la profesión? A mí en particular me llamó la atención, hablando con una profesora de traducción argentina y con una colega de profesión británica que vivió muchos años en Venezuela, que hablaban de la necesidad de “educar al cliente”. Personalmente, y por mi propia trayectoria, yo siempre lo pensé, pero me daba la impresión de que entre los colegas españoles no es una tarea que se suelan plantear. ¿Tú como lo ves?

GH: ¡Desde siempre he intentado educar el cliente! Sobre los procesos de traducción, las combinaciones, los campos de especialidad, los plazos, las tarifas… No siempre hacen caso. Pero por intentar que no quede.

Se evitan malentendidos si explicas por adelantado exactamente qué cubren tus tarifas, tus recargos y descuentos, si el trabajo es con o sin IVA y si está incluido o no en el precio que le das, tu derecho de autor en su caso.

Alguno que otro puede salir rana. Antes de aceptar el trabajo, preguntad a los colegas si lo conocen (¡para eso también sirve el foro!), búscalo en el Blue Board, si es un trabajo importante pide un adelanto.

Más consejos: Tener una tarifa mínima y no bajar de allí. Decir adiós a un cliente que no te respete o que pague mal o tarde. Inversas a nivel profesional sólo si conoces el tema y te las revise un hablante nativo. Calidad: estudiar, ponerte en el lugar del cliente y del lector, revisar, repasar, cotejar, releer, revisión externa para determinados trabajos.

Tened en cuenta que las agencias cobran al cliente sus gastos (que incluyen pero no se limitan a tu trabajo) y un margen de beneficio. Es mejor trabajar con clientes directos, cobrándoles los precios que les cobrarían las agencias (y si puede ser incluso un poco más), porque te especializas en su trabajo y vas fidelizándolos con tu buen hacer y lealtad. Tienes más puntos a tu favor que solo el precio, aunque necesitas tener disponibilidad.

MV: Y, aprovechando una vez más el hecho de tu origen extranjero, ¿ves alguna diferencia entre la consideración que tiene la traducción a nivel popular en España y en tu país? Me refiero a mi propia impresión de que aquí en España mucha gente piensa que si sabes un idioma extranjero (sin entrar siquiera en si realmente lo dominas), traducir ya es coser y cantar: sea una receta de cocina o un manual de instrucciones.

GH: Allí, en Inglaterra, la gente de a pie se queja de las malas traducciones pero las achaca al traductor de Google. En general, no tiene mucha conciencia de que el hecho de dominar otro idioma (o incluso de ser bilingüe) no te convierte en traductor o intérprete. Hasta algunas agencias piensan que si hablas X idioma te será fácil hacer inversas, aunque sea en una especialización de la que no tienes ni idea en tu propio idioma.

MV:  Gracias por tu tiempo, Gina.

GH: De nada, un placer.

Entrevista realizada por Marga Vidal